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  GRANDES OLAS PLATEADAS

  El poeta estuvo en este camping. Esa tienda que ves allí fue su tienda. Entra. Está llena de viento. En aquel árbol encendió un cigarrillo. Desde donde estamos podía verse la transpiración que le cubría el rostro. En su barbilla se formaban gruesas gotas que luego caían en la hierba. Aquí, toca, entre estos matorrales él durmió durante horas. El poeta entró al bar y bebió una cerveza. Pagó con dinero francés y metió el cambio en el bolsillo sin contarlo. Hablaba perfectamente español. Tenía una cámara fotográfica que ahora está en los almacenes de la policía. Pero nadie le vio jamás tomar una foto. Paseaba por la playa al atardecer. En esa escena la playa adquiría tonalidades pálidas, amarillo pálido, con manchas vagamente doradas. El poeta se deslizó sobre la arena. La única banda sonora era la tos seca y obsesiva de una persona a quien nunca pudimos ver. Grandes olas plateadas, el poeta de pie en la playa, sin zapatos y la tos. ¿Hace mucho él también fue feliz dentro de una tienda? Supongo que debe existir una escena donde él está encima de una muchacha delgada y morena. Es la noche de un camping desierto, en el interior de Portugal. La muchacha está bocabajo y él se lo mete y saca mientras le muerde el cuello. Después la voltea. Ajusta las rodillas de ella entre sus axilas y ambos se vienen. Al cabo de una hora volvió a montarla. (O como dijo un chulo del Distrito V: «pim pam pim pam hasta el infinito».) No sé si estoy hablando de la misma persona. Su cámara está ahora en los almacenes de la policía y tal vez a nadie se le ha ocurrido revelar los carretes. Pasillos interminables, de pesadilla, por donde avanza un técnico gordo de la Brigada de Homicidios. Han apagado la luz roja, ahora puedes entrar. El rostro del policía se distiende en algo así como una sonrisa. Por el fondo del pasillo avanza la silueta de otro policía. Éste recorre el tramo que lo separa de su compañero y luego ambos desaparecen. Al quedar vacío el color gris del pasillo titila o tal vez se hincha. Luego aparece la silueta de un policía en el otro extremo, avanza hasta quedar en primer plano, se detiene, por el fondo aparece otro poli. La sombra avanza hasta la sombra del poli en primer plano. Ambos desaparecen. La sonrisa de un técnico de la Brigada de Homicidios vigila estas escenas. Mejillas gordas empapadas de sudor. En las fotografías no hay nada. (Intento de aplauso frustrado.) «Llamen a alguien, hagan algo» . . . «Una maldita tos recorriendo la playa» . . . «La tienda llena de viento como un gato disecado» . . . «Todo se destroza» . . . «Rostros escenas libres kaputt» . . .

  BIG SILVER WAVES

  The poet stayed here. That tent you see there was his tent. Go on in. It’s full of rope. He lit a cigarette under that tree. From where we’re standing you could see his face covered in sweat. Big drops formed on his chin and dripped onto the grass. Here, feel, he slept for hours in the weeds here. The poet came into the bar and had a beer. He paid with French money and put the change in his pocket, not counting it. He spoke perfect Spanish. He had a camera that the police took as evidence. But no one ever saw him take a photo. He walked on the beach in the evening. In this scene, the beach looks pale, pale yellow, with faintly golden splotches. The poet slid across the sand. The only soundtrack was the dry obsessive cough of a person we could never see. Big silver waves, the poet standing on the beach, barefoot, and the cough. A long time ago was he happy in a tent too? I guess there must be a scene where he’s on top of a thin brown girl. It’s nighttime in a deserted campground, somewhere in Portugal. The girl is on her stomach and he moves in and out of her, biting her neck. Then he turns her over. He lifts her knees into his armpits and they both come. An hour later he’s on top of her again. (Or as a District V pimp says: “wham bam wham bam times infinity.”) I don’t know whether I’m talking about the same person. His camera is in some evidence locker now and maybe no one’s thought to develop the film. Endless hallways, nightmarish, along which strides a fat tech from the Homicide Squad. The red light is off now, you can come in. The policeman’s face relaxes into something like a smile. From the end of the hallway the silhouette of another policeman approaches. He crosses the stretch that separates him from his colleague and then both of them disappear. Empty now, the gray of the hallway flickers or maybe it swells. Then the silhouette of a policeman appears at the other end, advances until he’s in the foreground, pauses. In the background another cop appears. The shadow moves toward the shadow of the cop in the foreground. Both disappear. The smile of a tech from the Homicide Squad keeps watch over these scenes. Fat cheeks drenched in sweat. There’s nothing in the photographs. (A stifled attempt at applause.) “Call someone, do something” . . . “A fucking cough echoing across the beach” . . . “The tent full of rope like a dissected cat” . . . “Everything is wrecked” . . . “Faces stray scenes kaput” . . .

  LOS MOTOCICLISTAS

  Imagina la situación: la desconocida se oculta en el descansillo de la escalera. Es un edificio viejo, mal iluminado y con ascensor de rejilla. Detrás de la puerta un tipo de unos 40 años murmura, con acento de confesión, que también a él lo persigue Colan Yar. El tinglado marrón y negro desaparece casi instantáneamente dando paso a un panorama largo, profundo, con tiendas de techos multicolores. Después: árboles verde oscuro. Después: cielo rojo y nublado. ¿Un muchacho dormía en aquellos momentos dentro de la tienda de campaña? ¿Soñando Colan Yar, coches policiales detenidos frente a un edificio humeante, malhechores de 20 años? «Toda la mierda del mundo» o bien: «Un camping debe ser lo más parecido al Purgatorio», etc. Con manos temblorosas y secas apartó los visillos. Abajo los motociclistas encendieron los motores y se piraron. Murmuró «muy lejos» y apretó los dientes. Rubias gordas, jóvenes andaluzas seguras de gustar y entre ellas la muchacha desconocida, su boca de guillotina, paseando por el pasado y el futuro como un rostro cinematográfico. Imaginé mi cuerpo abandonado en el campo, a pocos metros del pueblo. Un campista me descubrió, paseaba y fue él quien avisó a la policía. Ahora, bajo el cielo nublado, me rodean hombres de uniformes azules y blancos. Guardias civiles, fotógrafos de periódicos sensacionalistas o tal vez sólo turistas aficionados a fotografiar cadáveres. Curiosos y niños. No es el Paraíso pero se le parece. La muchacha baja las escaleras lentamente. Abrí la puerta del consultorio y corrí escaleras abajo. En las paredes vi ballenas furiosas, un alfabeto incomprensible. El ruido de la calle me despertó. En la acera de enfrente un tipo se puso a gritar y luego a llorar hasta que llegó la policía. «Un cadáver en las afueras del pueblo» . . . «Se pierden los motociclistas por la carretera» . . . «Nadie volverá a cerrar esta ventana» . . .

  THE MOTOCICLISTAS

  Imagine the situation: the nameless girl hiding on the landing — it’s an old building, poorly lit, with an open-grille elevator. Behind the door a man of about 40 whispers, in a confessional tone, that he, too, is being chased by Colan Yar. The brown-and-black opening shot vanishes almost instantly, giving way to a long, deep panorama — stores with multi-colored roofs. Then: dark green trees. Then: red sky with clouds. Was a kid asleep in the tent just then? Dreaming of Colan Yar, police cars parked in front of a smoldering building, 20-year-old criminals? “All the shit in the world,” or: “A campground should be the closest thing to Purgatory,” etc. With dry, trembling hands he pushed back the curtains. Below, the motorcyclists revved their engines and took off. He whispered “very far away” and clenched his teeth. Fat blondes — young women from Andalucia confident of their appeal — and among them the nameless girl, with her guillotine mouth, strolling through the past and the future like a movie face. I imagined my body tossed away in the countryside, just a few yards from the town. A camper, out for a walk, found me, he was the one who alerted the police. Now, under the cloudy sky, I’m surrounded by
men in blue and white uniforms. The guardia civil and tabloid photographers, or maybe just tourists whose hobby is taking pictures of dead bodies. Gawkers and children. It isn’t Paradise, but it’s close. The girl goes slowly down the stairs. I opened the office door and ran downstairs. On the walls I saw furious whales, an incomprehensible alphabet. The street noise woke me up. On the opposite sidewalk a man yelled and then wept until the police came. “A body just outside of town” . . . “The motorcyclists are lost on the highway” . . . “No one will ever close this window again” . . .

  EL VAGABUNDO

  Recuerdo una noche en la estación ferroviaria de Mérida. Mi compañera dormía dentro del saco y yo velaba con un cuchillo en el bolsillo de la chaqueta, sin ganas de leer. Bueno . . . Aparecieron frases, quiero decir, en ningún momento cerré los ojos ni me puse a pensar, sino que las frases literalmente aparecieron, como anuncios luminosos en medio de la sala de espera vacía. En el otro lado dormía un vagabundo y junto a mí dormía mi compañera y yo era el único despierto en toda la silenciosa y asquerosa estación. Mi compañera respiraba tranquila bajo el saco de dormir rojo y eso me hacía feliz. El vagabundo a veces roncaba, hacía días que no se afeitaba y usaba su chaqueta de almohada. Con la mano izquierda se cubría el pecho. Las frases aparecieron como noticias en un marcador electrónico. Letras blancas, no muy brillantes, en el medio de la sala de espera. Los zapatos del vagabundo estaban puestos a la altura de su cabeza. Uno de los calcetines tenía la punta completamente agujereada. A veces mi compañera se removía. La puerta que daba a la calle era amarilla y la pintura presentaba, en algunos lugares, un aspecto desolador. Quiero decir, muy tenue y al mismo tiempo completamente desolado. Pensé que el vagabundo podía ser un tipo violento. Frases. Cogí el cuchillo sin llegar a sacarlo del bolsillo y esperé la próxima frase. A lo lejos escuché el silbato de un tren y el sonido del reloj de la estación. Estoy salvado, pensé. Íbamos camino a Portugal y eso sucedió hace tiempo. Mi compañera respiró. El vagabundo me ofreció un poco de coñac de una botella que sacó de entre sus pertenencias. Hablamos unos minutos y luego callamos mientras llegaba el amanecer.

  THE BUM

  I remember one night at the Merida train station. My girlfriend was asleep in her sleeping bag and I was keeping watch with a knife in the pocket of my jacket. I didn’t feel like reading. Anyway . . . Phrases appeared, I mean, I never closed my eyes or made an effort to think, the phrases just appeared, literally, like glowing ads in the middle of the empty waiting room. Across the room, slept a bum, and next to me slept my girlfriend, and I was the only one awake in the whole silent, repulsive train station. My girlfriend breathed calmly in her red sleeping bag and that made me happy. The bum sometimes snored, he hadn’t shaved for days and he was using his jacket as a pillow. His left hand shielded his chest. The phrases appeared like news on an electronic ticker. White letters, not very bright, in the middle of the waiting room. The bum’s shoes stood next to his head. The toe of one of his socks was full of holes. Sometimes my girlfriend shifted. The door to the street was yellow and in some places the paint had a bleak look. I mean, only slightly, but at the same time absolutely bleak. I wondered whether the bum was dangerous. Phrases. I clutched the knife, still in my pocket, and waited for the next phrase. In the distance I heard the whistle of a train and the ticking of the station clock. I’m saved, I thought. We were on our way to Portugal, and this happened some time ago. My girlfriend breathed. The bum offered me cognac from a bottle he had with the rest of his things. We talked for a few minutes and then we were quiet as morning arrived.

  AGUA CLARA DEL CAMINO

  Lo que vendrá. El viento entre los árboles. Todo es proyección de un muchacho desamparado. ¿Está lloviendo? «Sí, querida.» ¿Y él camina solo por una carretera de provincia? La boca se mueve. Vi un grupo de gente que abría la boca sin poder hablar. La lluvia a 45 km. por hora se cuela entre las agujas de los pinos. Corre solitario por el bosque. (En esta escena aparece el autor con las manos en las caderas observando algo que queda fuera de la pantalla.) El viento entre los árboles, como una cortina demencial, justo en el único sitio donde es factor de cambio. Similar a un pijama en una playa desierta: el viento mueve, levanta el pijama, lo aleja por la arena hasta hacerlo desaparecer como un largo bostezo. Todo nos proyecta a un muchacho que no sabe qué hacer salvo mirar despegar los aviones y andar entre los matorrales. ¿En los últimos días de su vida? «Supongo que sí» . . . «Como un cohete abierto en canal» . . . «El modo poético de decir que ya no amas más los callejones iluminados por coches patrullas» . . . «La melódica voz del sargento hablando con acento gallego» . . . «Chicos de tu edad que se conformarían con tan poco» . . . «Una especie de danza que se convierte en labios que se abren silenciosamente» . . . Pozos de agua clara en el camino. Viste a un tipo tirado entre los árboles y seguiste corriendo. Las primeras moras silvestres de la temporada. Como los ojitos de la emoción que salía a tu encuentro.

  CLEAR WATER ALONG THE WAY

  What’s yet to come. The wind in the trees. Everything is the projection of a forlorn kid. Is it raining? “Yes, dear.” And he’s walking alone along a country road? His mouth moves. I saw a group of people opening their mouths, unable to speak. The rain filters through the pine needles at 30 miles an hour. He’s running alone through the woods. (In this scene the author appears with his hands on his hips watching something off screen.) The wind through the trees, like an insane curtain, in the exact spot where it can cause things to change. Like pajamas on a deserted beach: the wind blows, lifts the pajamas, pushes them across the sand until they disappear like a long yawn. It all projects a kid who doesn’t know what to do besides watching planes take off and walking through bushes. On the last days of his life? “I guess so” . . . “Like a rocket sliced open” . . . “The poetic way of saying that you no longer love back streets lit up by patrol cars” . . . “The melodic voice of the sergeant speaking with a Galician accent” . . . “Boys your age who’d settle for so little” . . . “A kind of dance that turns into silently opening lips” . . . Wells of clear water along the way. You saw a man on the ground under the trees and you kept running. The first wild blackberries of the season. Like the screwed-up eyes of the excitement that rushed to meet you.

  COMO UN VALS

  En el vagón una muchacha solitaria. Mira por la ventanilla. Afuera todo se desdobla: campos arados, bosques, casas blancas, pueblos, suburbios, basureros, fábricas, perros y niños que levantan la mano y dicen adiós. Apareció Lola Muriel. Agosto 1980. Como las arañas del camping, se desplaza tejiendo una red sobre mi rostro. (Sueño rostros que abren la boca y no pueden hablar. Camino por el pasillo de un hotel. Despierto.) Lola Muriel, ojos azules, andaluza, en la piscina lee los cuentos de Poe. Deja estelas sueños de pirámides entrevistas desde la selva. Me atemoriza, me hace feliz. (Sueño que veo llover en los barrios más distantes. Camino por una galería solitaria. Despierto transpirando.) ¿Agosto 1980?, ¿una andaluza de 18 años?, ¿el vigilante nocturno, loco de amor?

  LIKE A WALTZ

  In the railroad car a girl on her own. She looks out the window. Outside everything splits in two: tilled fields, woods, white houses, towns, suburbs, dumps, factories, dogs, and children waving goodbye. Lola Muriel appears. August 1980. Like the campground spiders, she moves about, weaving a web over my face. (I dream of faces that open their mouths and can’t speak. I walk along the corridor of a hotel. I wake up.) Lola Muriel, blue eyes, Andalusian, reads Poe stories by the pool. She leaves behind trailing dreams of pyramids glimpsed in the jungle. She terrifies me, she makes me happy. (I dream that I’m watching it rain in the most far off neighborhoods. I
walk along an empty passageway. I wake up sweating.) August 1980? a girl, 18, from Andalusia? the night watchman, madly in love?

  NUNCA MÁS SOLO

  El silencio ronda en los patios sin dejar papeles escritos, aquello que después llamaremos obra. El silencio lee cartas sentado en un balcón. Pájaros como ronquera, como mujer de voz grave. Ya no pido toda la soledad del amor ni la paz del amor ni los espejos. El silencio esplende en los pasillos vacíos, en las radios que ya nadie escucha. El silencio es el amor así como tu voz ronca es un pájaro. Y no existe obra que justifique la lentitud de movimientos y la ternura. Escribí «una muchacha desconocida», vi una radio y vi una muchacha sentada en una silla y un tren. La muchacha estaba atada y el tren en movimiento. Repliegue de alas. Todo es repliegue de alas y silencio, así en la muchacha gorda que no se atreve a entrar en la piscina como en el jorobadito. La mano de ella apagó la radio . . . «He sido testigo de numerosos matrimonios, el silencio construye una especie de victoria para dos, vidrios empañados y nombres escritos con el dedo» . . . «Tal vez fechas y no nombres» . . . «En el invierno» . . . Escena de policías entrando en un edificio gris, ruido de balas, radios encendidas a todo volumen. Fundido en negro. La ternura y su capa de silencio plateado. Y ya no pido toda la soledad del mundo. Ellos disparan. Frases como «he perdido hasta el humor», «tantas noches solo», etc., me devuelven el sentido del repliegue. No hay nada escrito. El extranjero, inmóvil, supone que eso es la muerte. Tiembla el jorobadito en la piscina. He encontrado un puente en el bosque. Relámpago de ojos azules y pelo rubio . . . «Hasta dentro de un tiempo, nunca más solo» . . .