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La dos de la noche y la pantalla blanca. Mi personaje está sentado en un sillón, en una mano un cigarrillo y en la otra una taza con coñac. Recompone minuciosamente algunas escenas. Así, la desconocida duerme con perfecta calma, luego le acaricia los hombros, luego le dice que no la acompañe a la estación. Allí observas una señal, la punta del iceberg. La desconocida asegura que no pensaba dormir con él. La amistad –su sonrisa entra ahora en la zona de las estrías– no presupone ninguna clase de infierno.
Es extraño, desde aquí parece que mi personaje espanta moscas con su mano izquierda. Podría, ciertamente, transformar su angustia en miedo si levantara la vista y viera entre las vigas en ruinas los ojillos de una rata fijos en él.
Crac, su corazón. La paciencia como una cinta gris dentro del caleidoscopio que empiezas una y otra vez.
¿Y si el personaje hablara de la felicidad? ¿En su cuerpo de 28 años comienza la felicidad?
Two in the morning and a blank screen. My protagonist is sitting in an armchair, in one hand a cigarette and in the other a cup of cognac. He’s carefully reworking some scenes. There. The stranger sleeps with perfect calm, then she rubs his shoulders, then she says not to walk her to the station. There you pick up a signal, the tip of the iceberg. The stranger assures him she hadn’t planned on sleeping with him. Friendship — her smile now enters the wrinkle zone — doesn’t presuppose any sort of hell.
It’s odd, from here it seems my protagonist is swatting flies with his left hand. Surely I could transform his angst into fear if he were to lift his gaze and see, in the decayed rafters, a rat’s beady eyes fixed on him.
Crack, his heart. Patience like a gray tape inside the kaleidoscope that you turn over again and again.
And if the protagonist were to speak of happiness? Does happiness begin in his 28-year-old body?
Lo que hay detrás cuando hay algo detrás: «llama al jefe y dile que ha empezado a nevar». No hay mucho más que añadir al otoño de Gerona.
Una muchacha que se ducha, su piel enrojecida por el agua caliente; sobre su pelo, como turbante, una toalla vieja, descolorida. De repente, mientras se pinta los labios delante del espejo, me mira (estoy detrás) y dice que no hace falta que la acompañe a la estación.
Repito ahora la misma escena, aunque no hay nadie frente al espejo.
What’s there behind when there’s something behind: “call the boss and tell him it’s started snowing.” There’s not much more to add to autumn in Gerona.
A girl showering, her skin pink from hot water; wrapped around her hair, like a turban, an old discolored towel. Suddenly, while she puts on lipstick in front of the mirror, she looks at me (I’m behind) and says there’s really no need to walk her to the station.
I’m replaying that same scene now, though no one’s in front of the mirror.
Para acercarse a la desconocida es necesario dejar de ser el hombre invisible. Ella dice, con todos sus actos, que el único misterio es la confidencia futura. ¿La boca del hombre invisible se acerca al espejo?
Sácame de este texto, querré decirle, muéstrame las cosas claras y sencillas, los gritos claros y sencillos, el miedo, la muerte, su instante Atlántida cenando en familia.
To get close to the stranger you’ve got to stop being the invisible man. She says, with all her actions, that the only mystery is the coming confession. Is the invisible man’s mouth getting closer to the mirror?
Get me out of this text, I’ll want to say, show me things clear and simple, clear and simple screams, fear, death, her Atlantis moment eating dinner with family.
El otoño en Gerona: la Escuela de Bellas Artes, la plaza de los cines, el índice de desempleo en Cataluña, tres meses de permiso para residir en España, los peces en el Oñar (¿carpas?), la invisibilidad, el autor que contempla las luces de la ciudad y por encima de éstas una franja de humo gris sobre la noche azul metálico y al fondo las siluetas de las montañas.
Palabras de un amigo refiriéndose a su compañera con la cual vive desde hace siete años: «es mi patrona».
No tiene sentido escribir poesía, los viejos hablan de una nueva guerra y a veces vuelve el sueño recurrente: autor escribiendo en habitación en penumbras; a lo lejos, rumor de pandillas rivales luchando por un supermercado; hileras de automóviles que nunca volverán a rodar.
La desconocida, pese a todo, me sonríe, aparta los otoños y se sienta a mi lado. Cuando espero gritos o una escena, sólo pregunta por qué me pongo así.
¿Por qué me pongo así?
La pantalla se vuelve blanca como un complot.
Autumn in Gerona: the School of Fine Arts, the plaza by the cinema, the unemployment rate in Catalonia, three months’ permission to live in Spain, the fish in the Oñar (carp?), invisibility, the author contemplating the city lights and above them a strip of gray smoke over the metallic blue night, and in the background the silhouette of mountains.
A friend’s words describing the girl he’s lived with for seven years: “she’s the boss.”
It makes no sense to write poetry, old men speak of a new war and sometimes the recurrent dream comes back: author writing in dim-lit room; faraway buzz of rival gangs fighting for a supermarket; rows of cars that will never run again.
The stranger, in spite of everything, smiles at me, she pushes aside the autumns and sits beside me. While I expect screaming or a scene, she just asks why I’m acting like this.
Why am I acting like this?
The screen goes blank like a conspiracy.
El autor suspende su trabajo en el cuarto oscuro, los muchachos dejan de luchar, los faros de los coches se iluminan como tocados por un incendio. En la pantalla sólo veo unos labios que deletrean su momento Atlántida.
The author sets aside his work in the dark room, the boys stop fighting, the car headlights come on as if sparked by fire. On the screen I see only some lips spelling out their Atlantis moment.
La muerte también tiene unos sistemas de claridad. No me sirve (lo siento por mí, pero no me sirve) el amor tentacular y solar de John Varley, por ejemplo, si esa mirada lúcida que abraza una situación no puede ser otra mirada lúcida enfrentada con otra situación, etc. Y aun si así fuera, la caída libre que eso supondría tampoco me serviría para lo que de verdad deseo: el espacio que media entre la desconocida y yo, aquello que puedo mal nombrar como otoño de Gerona, las cintas vacías que nos separan pese a todos los riesgos.
El instante prístino que es el pasaporte de R. B. en octubre de 1981, que lo acredita como chileno con permiso para residir en España, sin trabajar, durante otros tres meses. ¡El vacío donde ni siquiera cabe la náusea!
Death, too, has some systems of clarity. It does me no good (too bad for me, but it does me no good). The solar and tentacular love of John Varley, for example, does me no good if that lucid gaze that embraces a situation can’t be another lucid gaze when confronted with another situation, etc. And even if it were like that, the free fall it would entail wouldn’t do me any good either in getting what I truly desire: the space that comes between the stranger and me, that thing I can imperfectly call autumn in Gerona, the blank tapes that separate us in spite of all the risks.
The pristine moment that is R.B.’s passport in October 1981, which says he’s a Chilean with permission to live in Spain, without working, for three more months. A void where there’s not even space for nausea!
Así, no es de extrañar la profusión de carteles en el cuarto del autor. Círculos, cubos, cilindros rápidamente fragmentados nos dan una idea de su rostro cuando la luz lo empuja; aquello que es su carencia de dinero se transforma en desesperación del amor; cu
alquier gesto con las manos se transforma en piedad.
Su rostro, fragmentado alrededor de él, aparece sometido a su ojo que lo reordena, el caleidoscopio ideal. (O sea: la desesperación del amor, la piedad, etc.)
So, it’s hardly surprising that there’s an abundance of posters in the author’s room. Quick fragments of circles, cubes, cylinders, give us an impression of his face when the light presses him; his lack of money morphs into love’s desperation; any gesture of his hands morphs into a plea.
His face, in fragments around him, materializes at the mercy of his eye which reorganizes it, the ideal kaleidoscope. (That is: love’s desperation, pleading, etc.)
Mañana de domingo. La Rambla está vacía, sólo hay algunos viejos sentados en las bancas leyendo el periódico. Por el otro extremo las siluetas de dos policías inician el recorrido.
Llega Isabel: levanto la vista del periódico y la observo. Sonríe, tiene el pelo rojo. A su lado hay un tipo de pelo corto y barba de cuatro días. Me dice que va a abrir un bar, un lugar barato adonde podrán ir sus amigos. «Estás invitado a la inauguración.» En el periódico hay una entrevista a un famoso pintor catalán. «¿Qué se siente al estar en las principales galerías del mundo a los 33 años?» Una gran sonrisa roja. A un lado del texto, dos fotos del pintor con sus cuadros. «Trabajo 12 horas al día, es un horario que yo mismo me he impuesto.» Junto a mí, en la misma banca, un viejo con otro periódico empieza a removerse; realidad objetiva, susurra mi cabeza. Isabel y el futuro propietario se despiden, intentarán ir, me dicen, a una fiesta en un pueblo vecino. Por el otro extremo las siluetas de los policías se han agrandado y ya casi están sobre mí. Cierro los ojos.
Mañana de domingo. Hoy, igual que ayer por la noche y que anteayer, he llamado por teléfono a una amiga de Barcelona. Nadie contestó. Imagino por unos segundos el teléfono sonando en su casa donde no hay nadie, igual que ayer y anteayer, y luego abro los ojos y observo el surco donde se ponen las monedas y no veo ninguna moneda.
Sunday morning. The Rambla is deserted, just a few old guys sitting on benches reading the paper. At the far end, the silhouettes of two cops begin their rounds.
Isabel arrives: I raise my head from the newspaper and stare at her. She smiles, her hair is red. Beside her, a guy with short hair and a four-day-old beard. He tells me he’s going to open a bar, a cheap place where his friends can go. “You’re invited to the opening.” In the newspaper there’s an interview with a famous Catalan painter. “What do you think about being in the world’s best galleries at only 33?” A big blushing smile. Beside the text, two photos of the painter with his pieces. “I work 12 hours a day. It’s a schedule I’ve imposed upon myself.” Next to me, on the same bench, an old guy with a different paper begins to stir; objective reality, my head whispers. Isabel and the future proprietor say goodbye, they’re trying, they tell me, to get to a party in a neighboring town. At the far end of the street, the silhouettes of the cops have grown bigger and they’re already almost on top of me. I close my eyes.
Sunday morning. Today, same as last night and the day before, I called a friend from Barcelona. No one answered. I imagine for a few seconds the phone ringing in her house where there’s no one, same as yesterday and the day before, and then I open my eyes and stare at the coin slot and don’t see any coins.
El desaliento y la angustia consumen mi corazón. Aborrezco la aparición del día, que me invita a una vida, cuya verdad y significación es dudosa para mí. Paso las noches agitado por continuas pesadillas.
FICHTE
En efecto, el desaliento, la angustia, etc.
El personaje pálido aguardando ¿en la salida de un cine?, ¿de un campo deportivo?, la aparición del hoyo inmaculado. (Desde esta perspectiva otoñal su sistema nervioso pareciera estar insertado en una película de propaganda de guerra.)
Dejection and angst consume my heart. I curse the arrival of day, which calls me to a life whose truth and significance are doubtful to me. I spend my nights plagued by continuous nightmares.
FICHTE
Indeed, dejection, angst, etc.
The pale protagonist waiting, at the exit of a theatre? of a sports field? the arrival of the immaculate grave. (From this autumnal perspective his nervous system may seem spliced into a war propaganda film.)
Me lavo los dientes, la cara, los brazos, el cuello, las orejas. Todos los días bajo al correo. Todos los días me masturbo. Dedico gran parte de la mañana a preparar la comida del resto del día. Me paso las horas muertas sentado, hojeando revistas. Intento, en las repetidas ocasiones del café, convencerme de que estoy enamorado, pero la falta de dulzura —de una dulzura determinada— me indica lo contrario. A veces pienso que estoy viviendo en otra parte.
Después de comer me duermo con la cabeza sobre la mesa, sentado. Sueño lo siguiente: Giorgio Fox, personaje de un cómic, crítico de arte de 17 años, cena en un restaurante del nivel 30, en Roma. Eso es todo. Al despertar pienso que la luminosidad del arte asumido y reconocido en plena juventud es algo que de una manera absoluta se ha alejado de mí. Cierto, estuve dentro del paraíso, como observador o como náufrago, allí donde el paraíso tenía la forma del laberinto, pero jamás como ejecutante. Ahora, a los 28, el paraíso se ha alejado de mí y lo único que me es dable ver es el primer plano de un joven con todos sus atributos: fama, dinero, es decir capacidad para hablar por sí mismo, moverse, querer. Y el trazo con que está dibujado Giorgio Fox es de una amabilidad y dureza que mi cara (mi cara fotográfica) jamás podrá imitar.
I brush my teeth, wash my face, arms, neck, ears. Every day I go down to the post office. Every day I masturbate. I devote a large part of the morning to cooking food for the rest of the day. I kill time sitting, flipping through magazines. I try, over repeated cups of coffee, to convince myself that I’m in love, but the lack of tenderness — of a certain kind of tenderness — suggests the contrary. Sometimes I think I’m living somewhere else.
After eating I fall asleep at the table, sitting. I dream the following: Giorgio Fox, a comic book character, 17-year-old art critic, dines at a 30th floor restaurant in Rome. That’s it. When I wake up I think that the brilliance of art undertaken and recognized in the prime of youth is something that has absolutely drifted away from me. Sure, I was in paradise, as an observer or a castaway — there where paradise had the form of a labyrinth — but never as a performer. Now, at 28, paradise has drifted away and the only thing I can see is a close up of a young man with all his attributes: fame, money, in other words the ability to speak for himself, to move, to want. And the line with which Giorgio Fox is drawn has a friendliness and strength that my face (my photographic face) will never be able to imitate.
Quiero decir: allí está Giorgio Fox, el pelo cortado al cepillo, los ojos azul pastel, perfectamente bien dentro de una viñeta trabajada con pulcritud. Y aquí estoy yo, el hoyo inmaculado en el papel momentáneo de masa consumidora de arte, masa que se manipula y observa a sí misma encuadrada en un paisaje de ciudad minera. (El desaliento y la angustia de Fichte, etc.)
I mean: there’s Giorgio Fox with his crew cut, his pale blue eyes, doing just fine inside a neatly worked vignette. And here I am, the immaculate grave in the momentary role of mass consumer of art, mass that mutates and watches itself inserted in a mining town landscape. (Fichte’s dejection and angst, etc.)
Recurrente, la desconocida cuelga del caleidoscopio. Le digo: «Soy voluble. Hace una semana te amaba, en momentos de exaltación llegué a pensar que podríamos haber sido una pareja del paraíso. Pero ya sabes que sólo soy un fracasado: esas parejas existen lejos de aquí, en París, en Berlín, en la zona alta de Bar
celona. Soy voluble, unas veces deseo la grandeza, otras sólo su sombra. La verdadera pareja, la única, es la que hacen el novelista de izquierda famoso y la bailarina, antes de su momento Atlántida. Yo, en cambio, soy un fracasado, alguien que no será jamás Giorgio Fox, y tú pareces una mujer común y corriente, con muchas ganas de divertirte y ser feliz. Quiero decir: feliz aquí, en Cataluña y no en un avión rumbo a Milán o a la estación nuclear de Lampedusa. Mi volubilidad es fiel a ese instante prístino, el resentimiento feroz de ser lo que soy, el sueño en el ojo, la desnudez ósea de un viejo pasaporte consular expedido en México el año 73, válido hasta el 82, con permiso para residir en España durante tres meses, sin derecho a trabajar. La volubilidad, ya lo ves, permite la fidelidad, una sola fidelidad, pero hasta el fin.»
La imagen se funde en negro.
Una voz en off cuenta las hipotéticas causas por las cuales Zurbarán abandonó Sevilla. ¿Lo hizo porque la gente prefería a Murillo? ¿O porque la peste que azotó la ciudad por aquellos años lo dejó sin algunos de sus seres queridos y lleno de deudas?